viernes, 20 de abril de 2012

Corazón ardiente


A veces… las cosas te pueden sorprender,  dando un giro radical a tu vida, en el cual  no dejas de pensar en lo ocurrido, y anhelas  a esa persona  que esté entre tus brazos, haciéndola sentir segura y que nada malo la pasara, porque en ese momento, olvidas todo lo que existe a tu alrededor… ya que solamente estás tú con ella.



…Simplemente no pensé, aun estando consciente de que ella estaría esperando que la fuera a recoger. De pronto… vi a alguien similar a ella, y no podía dejarla de mirar y a la vez sentir algo raro en el estomago, ya que sería nuestra primera vez que estaríamos por fin juntos.
El camino del primer tren fue largo y aproveche en dormir un poco, pero el segundo tren que cogí, se me paso volando. Estaba ahí, esperando verla a aparecer por aquella puerta de donde desembarcaba el tren que cogió. Había tanta gente, en el cual mis nervios aumentaban de no poderla encontrar...
Fue cuestión de minutos, pero ella estaba ahí… No es alta, ni tampoco pequeña, ya que parecía una muñeca junto a su  pelo liso y sus gafas de sol. El latido de mi corazón aumenta a medida que se acercaba. Estaba enfrente de mí y la salude, no sabía qué más hacer… así que en un acto desenfrenado apoye mí frente a la suya, cogiéndola de la cintura, mientras que ella también me cogía, cuando de repente… siento cerrar mis ojos y acercar mis labios sobre los suyos. Sentí como mil y una emociones se concentraban en un punto de mi corazón  y explotaban como fuegos artificiales. Solo éramos ella y yo, perdiéndonos en una pequeña parte nuestro mundo.
Cogí su mano, y nos dirigimos a un parque lleno de vida, en el cual dejamos rastro de nuestros besos, siendo testigo el suave viento que susurraba de nuestra presencia a los arboles de nuestro amor, e incluso de las miradas furtivas de los pasajeros del tren de vuelta hacia mi casa.
Ella estaba ahí… casi sentada en mi cama, quitándonos la ropa lentamente, mientras sentía las cálidas caricias de sus manos acariciando mi espalda, a la vez que la tumbaba encima de mí cama, recorriendo mis labios sobre su pecho, su cuello y sus labios. Apretándola de las manos con cuidado y dirigiéndome a su cuello, haciéndola erizar los bellos de su cuerpo, y con cuidado entrando suavemente en ella, fundiendo nuestros cuerpos desnudos, exaltados por la pasión de nuestro amor. Nuestra respiración se aceleraba  a medida que avanza más e iba más fuerte a medida que me lo pedía. Tras estar casi una hora sin parar, nuestros corazones latían fuertemente, acompañadas de las gotas de sudor que recorrían nuestro cuerpo; abrazamos tiernamente, acomodándola en mi pecho y perdiéndome en sus dulces labios.
Fue realmente precioso estar junto a ella…

Algunas veces hay recuerdos que llegan a tener importancia en la vida, impregnándola con fuego el corazón.
Y es esa ardiente y dulce alusión la que invade y quita el sueño, la que susurra al oído que vale la pena aguantar mil vilezas para devolver a su mundo.